No me canso de visitar el Museo Sorolla en Madrid. Un auténtico lujo. Cuando me adentro en su museo, puedo ver cómo pinta en su estudio de grandes techos, cómo pasea por los jardines, cómo planta sus árboles y cómo charla con su familia en sus salones.  Pienso que fue un hombre muy familiar, ya que muchas de sus obras están basadas en pinturas realizadas a su mujer, Clotilde y a sus tres hijos (María, Joaquín y Elena). Cuadros basados en sus veraneos en Biarritz, San Sebastian o Valencia; captando momentos de su familia a orillas del mar o tumbados en la hierba, descansando. Viendo su obra, puedo percibir que en sus cuadros al aire libre, las pinceladas son más rápidas, porque intenta captar el momento y es por ello que hay veces que parecen inacabados, pero es su símbolo de identidad. Es lo que me gusta de él. Su hija María también pintaba, y puedo ver cómo él la observaba mientras lo hacía:

Joaquín Sorolla y Bastida nació en Valencia, el 27 de febrero de 1863. Artista prolífico, dejó más de 2200 obras catalogadas. Su obra madura ha sido etiquetada como impresionista, postimpresionista y luminista. Cuando apenas contaba con 2 años de edad, fallecieron sus padres víctimas de una epidemia de cólera. Al quedar huérfanos fueron acogidos, su hermana Eugenia y él, por su tía Isabel, hermana de su madre, y su marido, de profesión cerrajero. Pasados los años, su tío intentó enseñarle, en vano, el oficio de la cerrajería, advirtiendo pronto que su verdadera vocación era la pintura. Compartió estudio en la planta baja de la calle Las Avellanas nº 12 (Valencia) con José Vilar y Torres, los hermanos Benlliure y Pinazo.

Tras visitar el Museo del Prado, Sorolla pinta en 1883 el lienzo inédito Estudio de Cristo, donde se observa la influencia del Cristo crucificado de Velázquez. Comienza así su «etapa realista», siendo su profesor Gonzalo Salva. Se desplazó a París durante el primer semestre de 1885, conociendo de cerca la pintura impresionista, que produjo en él, ya de regreso en Roma, variaciones en su temática y estilo.

En 1888 contrajo matrimonio con Clotilde García en Valencia, pero vivirían un año más en Italia, esta vez en la localidad de Asís. A esta época se le relacionan algunas de sus obras, entre ellas Vendiendo Melones (Museo Carmen Thyssen Málaga), época en la que pintaba temas costumbristas y anecdóticos, por su fácil venta, por lo general eran pequeñas acuarelas que comercializaba su marchante Francisco Jover.

En 1889 el pintor y su familia se instalaron en Madrid y, en apenas cinco años, Sorolla alcanzaría gran renombre como pintor. En 1894 viajó de nuevo a París, donde desarrolló un estilo pictórico denominado «Luminismo«, que sería característico de su obra a partir de entonces. Comenzó a pintar al aire libre, dominando con maestría la luz y combinándola con escenas cotidianas y paisajísticas de la vida mediterránea. Describió el sentimiento que producía la visión del mar Mediterráneo, comunicando el esplendor de una mañana de playa con un colorido vibrante y un estilo suelto y vigoroso.

Valencia le nombró hijo predilecto y meritorio, y le fue dado su nombre a una calle. Tras muchos viajes por Europa, principalmente Inglaterra y Francia, celebró una exposición en París con más de medio millar de obras, lo que le dio un reconocimiento internacional inusitado, conociéndose su obra pictórica por toda Europa y América.

En 1905, el pintor adquiere un solar en la calle del General Martínez Campos, junto a la residencia de la actriz María Guerrero. Poco después compra un segundo solar contiguo que le permitiría ampliar la zona construida e incorporar tres jardines a la vivienda. Sorolla inaugurará en 1911 su nuevo hogar en Madrid, tras pasar por diversos estudios y domicilios en la ciudad (plaza el Progreso, pasaje de la Alhambra, calle Miguel Ángel).

En noviembre de ese mismo año firmó un encargo para la Hispanic Society of America, por el que realizaría catorce murales que decorarían las salas de la institución, y dedicados a las Regiones de España. Con esta obra realizada entre 1913 y 1919, de tres metros y medio de alto por setenta metros de largo, alzó un imborrable monumento a España, pues en ella se representaban escenas características de diversas provincias tanto españolas como portuguesas. Necesitó casi todo el año de 1912 para viajar por todo el país, haciendo bocetos y trabajos de costumbres y paisajes. De esta tarea destacan los óleos pintados en 1916 dedicados a niños y mujeres en las playas de Valencia, donde predomina la libertad de pincelada y la luz de su tierra. Algunos ejemplos son Madre e hija o Pescadora valenciana.

Otra importante faceta que desarrolló en aquellos años fue la de retratista. Posaron para él personajes como Cajal, Galdós, Machado, su paisano Vicente Blasco Ibáñez, o políticos como Emilio Castelar, el rey Alfonso XIII, el presidente William Howard Taft, además de una buena colección de retratos de su familia y algunos autorretratos.

En 1914 había sido nombrado académico, y cuando terminó los trabajos para la Hispanic Society, trabajó como profesor de composición y color en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. En 1920, mientras pintaba en el jardín de su casa uno de los muchos tediosos retratos a los que se comprometía (el de la mujer de Ramón Pérez de Ayala), sufrió una hemiplejia que mermó sus facultades físicas, impidiéndole seguir pintando. Murió tres años después en su residencia veraniega de Cercedilla el 10 de agosto de 1923.

Más tarde, su casa de Madrid fue reabierta como Museo Sorolla. Su principal discípulo fue Teodoro Andreu.

ETAPAS DE SOROLLA:

Etapa de formación (1863-1886): Estudio de Cristo (1883)

Etapa de consolidación (1889-1899): Trata de blancas (1894)

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Etapa de culminación (1900-1910): Paseo a orillas del mar (1909)

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Etapa final (1911-1920): Niña entrando en el baño (1915)

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